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Maníaco de la Cruz, el asesino de la fe

En 2008, la tranquila ciudad de Rio Brilhante fue aterrorizada por un asesino que colocaba a sus víctimas en forma de cruz, dejando un rastro de muertes marcadas por simbolismos religiosos.

La historia comienza en julio de 2008, en Rio Brilhante, una ciudad tranquila a 158 km de Campo Grande, Brasil. Ese mes, la rutina de los habitantes se vio alterada cuando se encontró el cuerpo de Catalino Gardena, un albañil de 33 años, en un terreno baldío.

La escena del crimen era aterradora: Catalino había sido asesinado con una puñalada precisa en el corazón, y su cabeza estaba envuelta en una bolsa de plástico. Sin embargo, lo que más llamó la atención fue la forma en que su cuerpo fue posicionado: con los brazos y piernas extendidos, formando una cruz.

La muerte de Catalino causó conmoción en la ciudad. Era conocido por ser una persona sencilla, a pesar de enfrentar dificultades con el alcoholismo. La policía inició una investigación, pero en ese momento no tenía pistas concretas sobre el autor del crimen o sus motivaciones. Todo indicaba que podría tratarse de un caso aislado.

La segunda víctima

En agosto del mismo año, ocurrió otro brutal crimen, y las similitudes con el caso de Catalino hicieron que la policía sospechara de un asesino en serie. Esta vez, la víctima fue Letícia Neves de Oliveira, una joven de 22 años que trabajaba como empleada de una gasolinera. Letícia fue encontrada en un cementerio, desnuda y acostada sobre una tumba, nuevamente con el cuerpo dispuesto en forma de cruz.

Antes de desaparecer, Letícia había avisado a su familia que saldría a encontrarse con amigos. Sin embargo, después de eso, nadie supo de ella hasta que su cuerpo fue encontrado en el cementerio en condiciones impactantes.

La manera en que las dos víctimas fueron dejadas creó un clima de terror en Rio Brilhante. Los habitantes comenzaron a evitar salir de casa por la noche, temiendo ser las próximas víctimas del asesino que ahora era llamado el Maníaco de la Cruz.

Un patrón macabro

En octubre de 2008, la tragedia alcanzó su punto máximo con el asesinato de Gleice Kelly da Silva, una adolescente de tan solo 13 años. Su cuerpo fue encontrado en un terreno donde se estaban construyendo casas, rodeado de cruces dibujadas en el suelo.

Los noticieros de la época se esforzaban por descubrir la identidad del Maníaco de la Cruz. / Foto: Reproducción.

Cerca del cuerpo, los investigadores encontraron una nota con la palabra «Infierno», lo que reforzó aún más el simbolismo religioso que parecía guiar los crímenes del Maníaco de la Cruz.

Gleice era descrita como una niña alegre, pero con problemas típicos de la adolescencia. Había tenido contacto con drogas, y este hecho fue señalado por el asesino como justificación para su muerte.

El hallazgo del cuerpo de la adolescente aumentó aún más el pánico en la ciudad, y la presión sobre la policía para capturar al responsable se volvió insoportable.

El papel de Orkut en la investigación

En aquella época, Orkut era una de las redes sociales más populares de Brasil, y la policía decidió utilizarla para buscar pistas. Al investigar los perfiles de las víctimas, encontraron algo perturbador: un mensaje en el perfil de Gleice enviado por un usuario llamado «Dog Hell 666».

El mensaje decía: «Los muertos no deberían recibir scraps, idiotas.» Este detalle llamó la atención de los investigadores, quienes decidieron rastrear al autor del mensaje.

La investigación reveló que «Dog Hell 666» era el perfil de Jonathan Celestrino, un joven de comportamiento reservado y extraño. Había interactuado con todas las víctimas de alguna forma, ya fuera en persona o en línea. Esto llevó a la policía a profundizar las investigaciones sobre él.

Jonathan siempre vestía de negro, era tímido y su comportamiento siempre causaba extrañeza en la pequeña comunidad donde vivía. / Foto: Reproducción.

La captura

Cuando los policías llegaron a la casa de Jonathan, encontraron evidencias incriminatorias que vinculaban al joven con los asesinatos. Entre los artículos incautados se encontraban una navaja con rastros de sangre, recortes de periódicos sobre los crímenes, el celular de Gleice y un cuaderno con escritos perturbadores.

En sus anotaciones, Jonathan expresaba odio hacia la religión y mencionaba la frase «muerte a los cristianos». En su habitación también había un póster del Maníaco del Parque, otro famoso asesino brasileño.

Ante las pruebas, Jonathan confesó los crímenes. Reveló que elegía a las víctimas basándose en sus creencias y comportamientos, que, según él, no eran compatibles con los «preceptos de Dios». Catalino fue asesinado por ser alcohólico y homosexual; Letícia, por ser travesti; y Gleice, por consumir drogas. Jonathan creía estar cumpliendo una «misión divina» al cometer los asesinatos.

Métodos del asesino

A pesar de su macabro historial, una joven logró sobrevivir a un ataque de Jonathan. Carla, de 17 años, regresaba de un concierto cuando fue abordada por él. Jonathan la amenazó con un cuchillo y la llevó a un terreno baldío, donde comenzó a interrogarla sobre religión, sexualidad y otros temas. Parecía usar las respuestas de las víctimas para decidir si debían vivir o morir.

Por suerte, Carla dio respuestas que «satisfacieron» a Jonathan, y él decidió liberarla. Sin embargo, antes de dejarla ir, le hizo una amenaza: si contaba a alguien, mataría a toda su familia. El trauma dejó profundas marcas en Carla, quien desarrolló un miedo constante y frecuentes pesadillas.

El destino de Jonathan

En 2014, Jonathan fue arrestado y declarado incapaz de responder por sus actos debido a trastornos mentales. Fue internado en un ala de salud mental en una prisión de máxima seguridad en Campo Grande, donde permanece hasta hoy. Desde entonces, los informes indican que no presenta alucinaciones ni comportamientos agresivos, pero su condición sigue siendo monitoreada.

Se han divulgado pocos detalles adicionales sobre Jonathan, ya que su caso está bajo secreto judicial. La última actualización disponible, de 2019, confirma que sigue internado y recibiendo tratamiento psiquiátrico.

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